Se llaman bebés arcoiris a los que nacen tras la pérdida de un hijo anterior. Es decir, después de una muerte gestacional o perinatal.
El nombre procede de la imagen tan bonita que se ve en el cielo después de la lluvia o la tormenta. En clara alusión a lo bueno de la llegada de estos niños después de la tristeza que representa para cualquier persona o familia que la vida de un bebé quede trunca.
Según datos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, entre el 10% y 20% de las gestaciones resultan fallidas. Es decir, acaban en un aborto espontáneo.
Las personas que pierden a sus hijos de esta manera, deben atravesar una etapa de duelo. Es importante afrontar y sobrellevar sentimientos como el enfado, la culpa, la depresión y la ansiedad.
La pregunta “¿por qué a mí, por qué a nosotros?” no encuentra respuesta. Y es el tiempo el que ayuda a aliviar las heridas, hasta que llega un momento en que la mujer o la pareja deciden buscar otro embarazo.
Según un estudio reciente realizado en Escocia, cuando una mujer queda de nuevo en estado antes de que se cumplan seis meses de un aborto natural, el riesgo de volver a sufrir otra pérdida es un 33% más bajo que si se deja pasar más tiempo. Sobre todo si transcurren más de dos años.
Sin embargo, la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es dejar pasar al menos un semestre desde un aborto natural.
Así la mujer y su pareja tendrán el tiempo mínimo para atravesar el duelo y contar con la solidez emocional necesaria.
“El marco de referencia de los padres para su siguiente embarazo es su experiencia anterior”. Así se explica en la ‘Guía para la atención a la muerte perinatal o neonatal‘, editada por las asociaciones El Parto es Nuestro y Umamanita.
“Estos padres han perdido la inocencia. La probabilidad estadística les ha traicionado. Y cuando se ha producido una muerte, viven con constante ansiedad pensando que la muerte puede golpearles de nuevo”.
Y es un miedo inevitable. Pero entonces, ¿cómo se llega al bebé arcoiris? Pregunta la doula y mamá bloguera Cheli Blasco en un artículo publicado en Mirar al cielo.
Una web dedicada a las pérdidas gestacionales y perinatales. Y se responde que quizás el temor no es a que algo salga mal durante la nueva gestación (“ya me pasó lo peor que me podía pasar, no le tengo miedo a nada”), sino a otra cosa.
“A que termine de desaparecer el hijo muerto. Miedo a que la gloria del embarazo borre la memoria. Que borre el amor”.
Cuando la gestación de los bebés arcoiris se produce, las madres que han perdido a su pequeño “tienen miedo a vincularse con su hijo antes de nacer“.
Eso apunta Pepa Calero, psicóloga, matrona y también autora de un blog sobre maternidad.
Es un temor “a cantarle, a tocarlo, a hablarle, a imaginarlo, a imaginarse con él, incluso a encariñarse”. Un miedo que solo es “una forma más de protegerse contra la incertidumbre de lo venidero”.
Calero cita a Denise Côté-Arsenault y Robin Marshall, dos investigadores estadounidenses según los cuales el embarazo después de una pérdida se vive “con un pie dentro y el otro fuera“.
Los bebés arcoiris llegan para iluminar la vida de sus padres. Pero bajo ningún concepto se puede pensar que su presencia reemplaza la del niño fallecido.
La “tormenta” de la pérdida, en realidad, no acaba nunca. “Si con cada hijo se multiplica nuestra capacidad de amar, cuando un hijo se va deja en el corazón un hueco imposible de llenar“. Según explica Eloísa López, realizadora del blog Una maternidad diferente, asesora de lactancia y madre de un bebé arcoiris.
Reconoce que el niño no viene para llenar ningún espacio vacío. “Sino a hacer más grande aún a nuestro corazón, a enseñarnos nuevas formas de amar y de vibrar, a reconciliarnos con nuestro cuerpo y nuestro útero”.
En este sentido, es fundamental que las personas que estén cerca de la mujer (y de su pareja) que afronta un embarazo después de una pérdida, sean cuidadosas con los comentarios.
A veces, con la mejor intención, se dice alguna frase para animar o consolar y el resultado es justo el opuesto al deseado.
“La experiencia del dolor por la pérdida de un hijo no es algo que se pueda contar ni, mucho menos, comprender (explica Pepa Calero). Lo mejor que podemos hacer es acompañar y, sobre todo, respetar“.
Como detalla Sara Jort, miembro de la Asociación Española de Psicología Perinatal (AEPP). Una gestación después de una pérdida “supone más desgaste físico y emocional que el habitual“.
Pero cuando el nuevo bebé llega, llena de luz las vidas de sus padres.
Como una forma de animar a las mujeres y parejas que han sufrido pérdidas gestacionales y perinatales, se han realizado varias producciones fotográficas con bebés arcoiris. Estas luego se ven a través de las redes sociales.
Algunas de ellas son las compartidas en Facebook por las fotógrafas rusas Natalia Karpovovy y Elena Gannenko.
O las del estudio Shutter Darling, con sede en Estados Unidos.
Los colores del arcoiris predominan y, sin duda, dan esperanza a quienes la necesitan.
Fuente: EROSKI CONSUMER
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