Podemos escuchar el término muchas veces, ¿pero qué es el estrés? Se refiere a una serie de cambios corporales que se presentan frente a amenazas físicas o psicológicas. Es una respuesta esencial, que nos ha permitido sobrevivir como especie, y que nos ayuda diariamente a reaccionar rápido y adecuadamente frente a amenazas y peligros. Son esas respuestas viscerales, que no piensas. Esas que te permiten reaccionar y “salvarte” . Esto implica una presencia de amenaza posible o real que desencadena los cambios.
La energía y recursos que usamos para reaccionar adecuadamente frente al estrés, es energía y recursos que se les quitan a otras funciones. Se desvían los recursos de nuestro organismo que podían usarse en alimentación, reproducción, aprendizaje o cualquier otra meta orientada al futuro, para dar paso a satisfacer esta necesidad tan importante que es inmediata.
A diario nos exponemos a distintos estresores y vivimos con eso. En mayor o menor medida, nuestro cerebro maduro neurológicamente está preparado para manejarlo. Aún preparados o conocedores de los estímulos que nos estresan, si estos persisten durante mucho tiempo o varían en intensidad incrementándose, nos enfermamos. No podemos con esto. Sufrimos dolencias tanto psíquicas como físicas muchas veces.
El cortisol es la hormona del estrés. Esta aparece cuando nos estresamos, y es displacentero. Y va a generar una respuesta por parte de quien lo siente. Una respuesta que va a buscar defenderse o liberarse de este. Los niños tienen una respuesta visible y audible. Esta es el llanto y la búsqueda de su figura de cuidado. En un primer momento de nuestra existencia, solo nos queda pedir ayuda. Y llorar.
Una vez que el cuidador ha respondido algunas veces y durante un tiempo determinado, el niño es capaz de orientarse hasta su búsqueda. Aunque sea mínimamente, los más grandes lo harán de manera activa. ¿A quién llamas tú cuando estás estresado o tienes un problema? Seguro a alguien que te genera una sensación de tranquilidad o que te ayuda a calmarte. Esto es porque no podemos solos con el cortisol. Ni grandes, ni pequeños.
Cuando los bebés viven con cuidadores que tienen dificultades emocionales, enfermedades mentales, depresión, adicciones a sustancias, o están expuestos a violencia (física o psicológica), los cambios cerebrales experimentados por la presencia del cortisol pueden provocar desordenes importantes en lo emocional y en lo físico.
Esto se debe a que el sistema de estrés está alerta constantemente que provoca una hiperactivación. ¿Por qué? Porque tanto conductas disruptivas del cuidador, de rechazo o incluso impredecibles, activan el cortisol del niño y pueden mantenerlo.
Dosis altas y persistentes de cortisol dañan el desarrollo cerebral, el desarrollo de las neuronas y las conexiones entre ellas. El estrés persistente sería responsable también de algunos procesos inflamatorios que podrían afectar la salud de la persona a futuro. No solo mental sino que física. Algunos estudios apuntan a que si una persona tiene tres o más episodios traumáticos antes de los 6 años, la posibilidad de tener enfermedades crónicas que acorten su vida considerablemente, aumenta. Son estudios en desarrollo, los cuales estoy segura nos sorprendería de conocer.
Para el cerebro infantil no solamente el responder violentamente sería un estresor. Sino también el no responder a sus necesidades de ser calmado. E incluso muchas veces el responder poco congruentemente o de forma impredecible. El cerebro humano necesita lo predecible para sentirse seguro, en especial en lo que compete a la regulación del estrés.
Algunas de las dificultades que se pueden observar en niños que han estado expuestos a la no regulación de su estrés son, por ejemplo, menor capacidad de resolver problemas, más rigidez en su estructura interna, hiperactividad, dificultades en la memoria y en la autorregulación, entre otras.
Es por esta razón que siempre sugerimos que pidamos ayudas cuando sintamos que no podemos responder adecuadamente. Cuando vemos que no lo estamos pasando bien o que nuestro bebé pueda estar expuesto a algunos de estos factores. No solamente la violencia directa afecta al niño, sino también la que ve y escucha.
Siempre habrá alguien para ayudarte. Algún familiar cercano, una amiga, grupos de madres, presenciales y virtuales. Incluso puedes escribirnos si sientes que no sabes a quién recurrir e intentaremos orientarte. Este espacio es tuyo.
Fuente: Varinia Signorelli
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