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Los 12 errores más típicos de una mamá primeriza

Categoría: Crianza

Perfecto es una palabra que se usa para hablar de aquello inmejorable, acabado, y no es, ni cerca, un adjetivo que se aplique a la experiencia de ser mamá primeriza. Cuando eres mamá primeriza, el mundo y tu propia vida se van transformando a cada instante. Hacer, aprender y equivocarse (muchas veces, y no necesariamente en ese orden) son desafíos de las mujeres que generan una nueva vida.

La maternidad real, con la plenitud y las incertidumbres que la componen, es una de las grandes verdades que debemos aceptar de una vez por todas. Al fin y al cabo, los errores de una mamá primeriza en la crianza de sus hijos no la hacen peor ni mejor. Hasta porque el punto más sensible de esta historia es justamente ese: ¿por qué se obliga a las mujeres a ser perfectas todo el tiempo, en todos los papeles que desempeñan, incluso en el de madre?

Las críticas que oímos de familiares, amigos o nuestra pareja encuentran un eco dentro de nosotras mismas, y es por eso que la maternidad (al mismo tiempo que puede cambiarte la vida para mejor) puede causar culpa y frustración.

Un vínculo sincero, sin embargo, se encuentra en el cuidado de la relación con los hijos y el equilibro de aciertos y errores. Son parte de la vida y, cuanto más presente tengan esto las madres, y más apoyo tengan de otras personas, menos importancia tendrán los errores.

Errores de mamá primeriza y por qué no te hacen «mala madre»

1) A veces, no sabrás por qué llora

Antes de sus primeras palabras, oirás el llanto de tu bebé como si fuera un turista que habla otro idioma. Puede que desesperarte para identificar los posibles motivos del llanto sea tu primera reacción. Intentar calmarlo será la segunda. Aprovecha la experiencia para entender que, cuando nace una mamá primeriza, no siempre desarrollas una percepción inmediata de qué es lo que le pasa a tu hijo.

2) Se enfermará y necesitará medicamentos (no importa cuánto lo cuides)

Ya sea porque convive con otros niños o porque tomó frío, tu hijo se enfermará y, aunque no quieras, va a tener que tomar medicación. Tu protección siempre será muy importante (incluso cuando sea adulto y le insistas que lleve un abrigo), pero eso no evita cuestiones biológicas que son, además, fundamentales para el desarrollo de su inmunidad.

3) Amamantar puede ser difícil, pero entre los dos encontrarán la solución

La lactancia no es la única forma de transmitir amor de madre. Las dificultades en este proceso también pueden hacer que sientas culpa. Considera, sin embargo, que la mejor solución será aquella que les haga bien a los dos (incluso si la única alternativa es no amamantar, algo mucho más común de lo que se cree).

4) No le van a gustar algunos alimentos (aunque insistas)

Estamos, colectivamente, preocupados por nuestra comida, y es natural que les demos a los niños alimentos saludables para proteger su salud. Pero lo que sucede es que tu hijo tiene la libertad de elegir e individualidad para que le guste o no la comida. Darle para probar las cosas varias veces siempre es la mejor opción.

5) No vas a evitar que se lastime (ni el cuerpo ni el corazón)

Hacer las cosas bien también implica dejar que se equivoque. Las caídas, las lastimaduras y las desilusiones son vivencias válidas para que tu hijo aprenda. Y si es una persona independiente y feliz, como todos queremos ser, va a tener que correr riesgos en algunos momentos de su vida. Prepárate para curar las heridas.

6) Vas a ceder a los pedidos de «solo cinco minutitos más…»

No siempre tendrás la energía para enseñarle lo que crees que es mejor para él. Cinco minutos de TV, cinco minutos en la bañera, cinco minutos con la tablet o con su amiguito del preescolar algunos días significarán cinco minutos menos de peleas.

¡Está todo bien! Dejar de afirmar tu posición no te hará perder autoridad.

7) No siempre podrás convencerlo de que tienes razón

Y entonces se va a enojar, va a intentar convencerte, hasta puede hacer un berrinche, pero, en el fondo, sabes que algún día te lo va a agradecer.

¡Sé fuerte! No es fácil decepcionar a tu pequeño, pero él depende mucho de ti y de tus decisiones maduras. Un día, recordará con cariño todos tus buenos consejos en forma de regaños.

8) A veces no podrás mantener el equilibrio entre el trabajo, la casa y los hijos

La división de tareas para la crianza de los niños forma parte de una rutina saludable. Casi siempre, sin embargo, la mujer acaba con la carga de las tareas domésticas, así como de trabajar fuera y educar a los hijos (y uno de estos ámbitos puede ser desatendido por un tiempo). Es importante reclamar la cooperación de tu pareja para encontrar el equilibrio.

9) Con el ajetreo diario, los momentos con amigos y familiares pueden ser pocos

El vínculo con tu familia y las personas que aman a tu hijo es muy importante. Pero no siempre se pueden coordinar tus tiempos con las actividades de otras personas y —lo más importante— con las necesidades de tu hijo.

Los abuelos van a reclamar atención, los tíos también. Es importante que sepas esto para no exigirte tanto a ti misma.

10) No va a ser fácil explicarle el mundo a tu hijo

Los niños vivirán experiencias individuales, en contextos diferentes y con personas diferentes. Prepárate para charlar sobre eso: descubran juntos como cada emoción, hecho y opinión repercuten en él. No te culpes por no saber lidiar con el afuera y descubre nuevas respuestas.

11) Puede que no aprenda algunas de tus enseñanzas

Es necesario que distancies tus expectativas de lo que le enseñas a tu hijo de lo que él en realidad puede hacer. En este sentido, también está en ti comprender su individualidad, sus tiempos y sus necesidades.

12) Extrañarás lo que hacías antes de que naciera

La culpa por extrañar quién eras antes de la maternidad puede pesar demasiado en tus espaldas. Sin embargo, ese sentimiento es algo verdadero y no te hace ser una mala madre: tiene que ver con ser humana.

Fuente: VIX

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