¿Se acuerda de aquél primer diente de la infancia que terminó debajo de la almohada? A partir de ahora, el ratoncito Pérez, que por la noche se llevaba los dientes de leche a cambio de dejar un regalo, podría irse sin nada. La costumbre acaba de ser rebatida por la ciencia.
Y es que los dientes de leche son como cofres que guardan en su interior un tesoro que podría curar a su hijo en un futuro. Así lo dice un reciente estudio del Centro Nacional para la Biotecnología de los Estados Unidos. El mismo revela que las piezas dentales contienen células madre. Estas, por haber estado menos expuestas a daños medioambientales, pueden ser de gran ayuda para regenerar otras partes del cuerpo dañadas. Y sin riesgo de rechazo.
Bajo el lema “Guarda un diente, salva una vida”, en Estados Unidos han comenzado a proliferar los bancos de dientes de leche. Y desde allí se están extendiendo al resto del mundo. Esto se debe a que los dientes son una valiosa fuente de células madre. Estas son las que se encargan de dar origen a los tejidos y órganos como el hígado, el corazón, los huesos o los ligamentos. Es lo que se conoce como medicina regenerativa.
Octavio García es un español de 53 años, diabético, hijo de madre diabética y padre un niña de seis años. Desde que su hija nació, toda su preocupación se centraba en la posibilidad de que la pequeña heredase la enfermedad del azúcar. Y se enfocó en aprender.
“Me gusta estar al corriente de los últimos adelantos y un amigo médico me pasa las novedades”.
Fue así como llegó a sus manos un estudio publicado por The Journal of Dental Research, una revista de referencia para cualquier dentista. Se explicaba que las células madre de los dientes de leche son capaces de diferenciarse en células beta. Estas son las que se encargan de producir insulina. A Octavio se le iluminó la cara. Y no tardó en viajar a Estados Unidos. Allí se puso en contacto con StemSave (una de las empresas privadas que se dedica a almacenar los dientes para su uso curativo futuro), le mandaron un kit de conservación a su dentista en Valencia, España. Después, este se encargó de extraerle el diente de leche a su hija y de remitirlo a Nueva York.
“Si al final resulta que mi hija termina diabética, cosa nada extraña viendo los antecedentes familiares, al menos tendrá una otra oportunidad para curarse”.
Su niña en cualquier momento podría hacer uso de sus propias células madre dentales para ayudar a crear las del páncreas, que producen insulina.
Y otra de sus posibles aplicaciones consiste en reparar huesos. Ocurrió en 2010 en el Hospital Juárez de México. Los cirujanos utilizaron células madre extraídas de dientes sanos para reconstruir un maxilar destruido por un tumor maligno.
Descubiertas en el año 2000, las células madre de los dientes de leche no solo podrían tener un papel destacado en el campo de la medicina regenerativa. También son objeto de deseo de antropólogos y estudiosos de la evolución. De hecho, desde 2014 el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, ha logrado recoger más de 2.000 dientes de leche procedentes de donaciones particulares de toda España.
Se trata de una acción de ciencia ciudadana, a la que se han sumado la Universidad de Cantabria y la de Extremadura. Así como la de Oviedo y la Asociación Andaluza de Antropología Física. El objetivo es reunir una colección de dientes deciduos o primarios, para estudiar las enfermedades periodontales. Así como la evolución humana o el dismorfismo sexual en poblaciones actuales. También, la caracterización morfométrica de la dentina (la capa que se encuentra justo debajo del esmalte del diente). Y tendrán utilidad tanto en evolución humana como en el ámbito forense.
No todos los dientes son válidos, reconocen los especialistas. Únicamente se pueden utilizar los de leche o los de personas adultas. A ser posible con menos de 40 años. Especialmente las muelas del juicio. Y que se encuentren en buen estado. No pueden estar empastados, con fisuras o roturas, sino que deben ser dientes sanos. Para aprovechar sus virtudes “es necesario extraer bien el diente y preservar las pulpa en un lugar estéril”. Así lo explica el odontólogo Pedro Guitián, al frente de la clínica viguesa que lleva su nombre. Por eso que el diente del ratoncito Pérez no serviría. “Lo mejor es acudir a un dentista para que valore el estado de la pieza y explique el proceso de criopreservación”, añade.
El proceso sigue siempre la misma rutina. El banco de dientes envía un kit al dentista con las instrucciones para congelar el material en nitrógeno líquido. “Es fundamental que no se rompa la cadena de conservación para evitar que se produzca una contaminación”. Una vez realizado el proceso, el dentista enviará al material criopreservado al banco de dientes donde se extraerá y almacenará la pulpa a temperaturas muy por debajo de los cero grados.
En ese estado de congelación, la muestra biológica podrá aguantar inalterable entre 20 y 25 años. Y es que a medida que la edad avanza, la cavidad pulpar disminuye por el crecimiento del diente. Esta invade paulatinamente la pulpa, por lo que la cavidad pulpar de un joven será más amplia que la de una persona adulto mayor.
La pulpa está formada principalmente por tejido conjuntivo laxo. Un tejido único en el organismo ya que es uno de los último sitios que mantienen una reserva abundante de células madre. Llega a almacenar hasta 100 millones de estas células. Estas se encuentran inmersas en una especie de masa gelatinosa (la pulpa) en la que abunda agua (75%) y las fibras de colágeno.
Fuente: El Mundo
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